4 de octubre de 2013

Bajo los rayos...



Bajo los rayos del sol
tendida de costado
¡ave agoniza!


Así me la encuentro,  tirada en el suelo del garaje, una joven palomita montañera que seguramente chocó contra la ventana, deslumbrada con la salida del sol. Parece muerta, pero respira y veo la luz en sus hermosos ojos abiertos, grandes y anaranjados, la agarro con cuidado y muchísima pena, y la llevo dentro de casa, mi hija me ayuda a revisarla, visiblemente no tiene nada roto, pero en su coronilla hay plumas revueltas, la única señal visible del mortal golpe que se dio. . . 




Al rato, todos se van a sus quehaceres, y yo me quedo sola con ella, sin saber que hacer. . . 
Sé que se está muriendo, pues permanece de costado y sin reaccionar, lo peor. . . es que no puedo hacer nada para evitarlo, ni tampoco aliviar su sufrimiento, pero no quiero tenerla encerrada y que muera dentro de casa, así que la llevo afuera, para que pueda respirar aire fresco, y vea el cielo y los árboles,  la pongo dentro de una cesta, y la llevo a un rincón donde hay trinitarias, aunque no tienen casi flores, pues el verano ha sido implacable. . . la encajo entre unas ramas (bajo la que tenía más flores) y me quedo junto a ella largo rato, hasta que la dejo sola, pues no sabía si mi presencia la incomodaba. . .
                                              



Tres lentísimas horas duró su batalla contra la muerte. Sus últimos minutos los pase a su lado, que terrible agonía la que me tocó presenciar, las pequeñas gotas de sangre saliendo de su pico, ver el sufrimiento reflejado en sus ojos desmesurados, esos instantes cuando la tristeza supera con creces la impotencia. . . escuchar su último aleteo y aliento. . . ¡ay! y esa última mirada que jamás olvidaré, el golpe de gracia que me desgarró por dentro, ver apagarse la pequeña luz cuando se cierra su ojo; no se explicarlo bien, sentí hasta dolor, y una profunda tristeza que me duró días, conmoción que trastocó mi ser por completo. 
Finalmente la saqué de la cesta, sosteniéndola en mi mano, acariciándola suavemente, rompí a llorar sin ningún control. . . esperando en vano el milagro que nunca ocurrió.


短歌


Hondo, muy hondo
la cuenca de mis manos
 hacen el pozo...
   que no pudo contener
ni el dolor, ni mis lágrimas.





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fotos-haibun y tanka
mai